Una de las conversaciones más habituales en el entorno personal y profesional que tenemos, o por lo menos que yo me encuentro, no se Uds., es sobre lo mal que nos va en nuestra vida.
En el trabajo porque no tenemos o porque el que tenemos, nos pagan poco, nos explotan porque hacemos muchas horas y demasiado trabajo, el jefe no nos entiende, los compañeros y compañeras son unas jetas,.. Todo ello frente a lo buenos que somos nosotros y lo mucho que hacemos por nuestro entorno laboral, y no es justo la falta de reconocimiento, la promoción, la formación o la subida salarial.
Y así nos unimos o iniciamos con contundencia las conversiones, en las que parece que conseguimos algo hablando de los grandes culpables de la situación actual por la que atravesamos las ciudadanas y ciudadanos de este país (cuando queremos decir de mi situación) que son básicamente dos, los empresarios que viven muy bien y nos explotan y, por supuesto, papá Estado que no sube los salarios ni hace nada con la precariedad laboral y apoya a todos, menos a mí.
En el terreno personal nos movemos entre dos campos, aquel en el que no es tan fácil encontrar culpables, así que nos lo buscamos, y encontramos la vida, la sociedad o la mala suerte …, y el otro campo en que si los encontramos, nuestro entorno, esas amistades por las que lo damos todo y no nos lo devuelven, los conflictos con la familia que no nos entienden o nuestra pareja que parece más preocupada por sus propios problemas, el deporte, las amistades,… que por resolver mi situación, ayudarme a mí que soy la persona que realmente tiene los problemas graves.
Todo ello sin ánimo de apología y/o posicionamiento político, y por supuesto todo ello generalizando a lo social y no lo individual, donde seguro hay casos muy concretos, claros y evidentes donde hay culpables reales del problema que tenemos.
Y a todo esto, en una actualidad en el que las emociones están de moda, y donde parece que se puede encontrar la solución a todos los problemas de la humanidad, que no digo yo que no, y que han encontrado el core de nuestro problema y es que no queremos salir de nuestra “zona de confort”, ese área de funcionamiento o forma de existir en el que estamos bien, que no es que sea malo pero que no salir nunca de ella puede resultar peligroso para nuestro desarrollo profesional y/o personal.
Querer llamar, y perdónenme la expresión, a “vaya mierda de vida” nuestra zona de confort, creo que es contradictorio, por supuesto sin entrar en teorías sobre la necesidad del cambio, etc., así como no creo que podamos, al menos de momento, cambiar la segunda expresión hasta que salga una nueva teoría de los “gurús”, y si podemos cambiar la primera, porque esa es nuestra, intentemos fijarnos más en lo positivo que tenemos, creernos un poco menos ombligo del mundo y busquemos pequeñas soluciones a nuestros grandes problemas, que aunque tenemos todo el derecho a regocijarnos en ellos no va a venir nadie a resolvernos y quizás, solo quizás, nosotros mismos podamos, al menos, intentarlo.
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